GUÍA DE LECTURA: EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
- EL AUTOR Y SU OBRA
Pío Baroja nació en
San Sebastián en 1872 y murió en Madrid en 1956. Estudió Medicina y se doctoró
con una tesis sobre El dolor, pero
ejerció poco tiempo como médico. En Madrid regentó la panadería de su tía, pero
pronto sus contactos con escritores lo llevaron a entregarse de lleno a su
vocación literaria. Viajó por distintos países de Europa y en 1935 ingresa en
la Real Academia. Durante la Guerra Civil vivió en Francia, y a partir de 1940
se instaló definitivamente en Madrid, donde recuperó su vida sosegada y su
quehacer cotidiano.
Bajora fue un hombre
de talante solitario y amargado (él mismo se calificaba como un hombre “enfermo”
por tener más sensibilidad de la necesaria). En su obra proyecta su pesimismo
sobre el hombre y el mundo (influenciado por Nietzsche, Kieerkegaard y
Schopenhauer, especialmente), pero a la vez es capaz de sentir una inmensa
ternura por los seres desvalidos o marginados. Para Baroja, el mundo carece de
sentido; la vida le resulta absurda y no alberga ninguna confianza en el
hombre. Esto, unido a su escepticismo religioso (motivos recurrentes en la
crisis de principios de siglo), explican
la desazón existencial y el hastío vital de muchos de sus personajes. A su vez,
sintió siempre una añoranza de acción; en muchos de sus personajes proyectaría
un ideal de “hombre de acción” que a él le hubiese gustado ser y que tanto
contrasta con lo que fue su vida.
Baroja fue un
escritor fecundísimo. Su producción se compone de más de setenta novelas
(escritas al ritmo de unas dos por año), la mayoría agrupadas en trilogías. Se ambientan
preferentemente en el País Vasco o en Madrid. Sus protagonistas son con
frecuencia seres abúlicos e inadaptados, abocados al fracaso (como Andrés
Hurtado, el protagonista de El árbol de
la ciencia); otros, en cambio, se
distinguen por su carácter dinámico y aventurero (Martín Zalacaín, de Zalacaín
el aventurero). También escribió Memorias de un hombre de acción, 22 volúmenes que
constituyen una historia novelada de nuestro siglo XIX a través de la vida de
su protagonista. Finalmente escribió numerosos cuentos, novelas cortas,
ensayos, libros de viajes, biografías e incluso obras dialogadas y un libro de
versos.
- GÉNESIS Y SIGNIFICACIÓN DE LA NOVELA
Baroja consideró El árbol de la ciencia como la mejor de
sus novelas. Para Azorín, este libro “resume, mejor que ningún otro libro, el
espíritu de Baroja”. La novela –escrita en 1911– tiene mucho de autobiografía y
refleja perfectamente la sensibilidad y los conflictos espirituales de su
época. Muchos la consideran no solo como
la novela más barojiana, sino como la más típica de la generación del 98; para
otros, la novela es precursora de los temas de las corrientes existencialistas
contemporáneas. El propio Baroja la definió como una novela filosófica; los
conflictos existenciales constituyen, en efecto, el centro de la obra.
- ARGUMENTO: HISTORIA DE UNA DESORIENTACIÓN EXISTENCIAL
La novela
desarrolla la vida de Andrés Hurtado, un personaje perdido en un mundo absurdo
y en medio de circunstancias adversas que constituyen una sucesión de
desengaños. El ambiente familiar hace de Andrés un muchacho reconcentrado y
triste; su sed de conocimiento choca con el ambiente universitario: la
universidad y la ciencia españolas atraviesan un estado lamentable. Su contacto
con los enfermos de los hospitales y su descubrimiento de miserias y crueldades
constituyen un nuevo motivo de depresión. Al margen de sus estudios, Andrés
descubre nuevas lacras: las que rodean a Lulú, la mujer que ocupará un puesto
esencial en su vida; la larga enfermedad y posterior fallecimiento de su
hermano pequeño, Luis, lo que lo conducirá hacia el escepticismo ante la
ciencia y la vida en general. Todo en su vida está abocado a un callejón sin
salida: el ambiente deforme del pueblo en donde comienza a ejercer como médico
le produce un malestar continuo; Madrid también le produce angustia. Andrés se
convierte en un espectador de la injusticia social, lo que lo lleva a un
absoluto pesimismo en la vida y en el hombre; se aísla cada vez más y adopta
una postura pasiva en busca de una paz desencantada (es la abulia
noventayochista). Su matrimonio con Lulú le traerá una paz transitoria, que
pronto llegará a su fin con la muerte de su hijo y de su mujer, definitivo
desengaño que llevará a Andrés al suicidio.
- ESTRUCTURA
La novela se
compone de siete partes que suman 53 capítulos de extensión generalmente breve.
La figura de Andrés Hurtado da unidad al relato. Su trayectoria va hilvanando
multitud de elementos (tipos, anécdotas, disquisiciones…) con esa libertad tan
característica del estilo de Baroja. La obra se podría dividir en dos ciclos o
etapas de la vida del protagonista: una primera etapa (partes I-III) dedicada,
por un lado, a las primeras experiencias y formación del protagonista (partes
I-II), y, por otro, al desengaño a raíz de la enfermedad y muerte del hermano.
A continuación le sigue un intermedio reflexivo (parte IV), para continuarse
con el segundo ciclo (partes V-VII), con la búsqueda infructuosa de una
solución vital, el matrimonio, la muerte de su hijo y de su mujer y su
posterior suicidio.
- LOS PERSONAJES
- Andrés Hurtado es el personaje protagonista. Es un personaje antisocial que odia la sociedad, siente desprecio por los ricos (aunque tampoco siente demasiada simpatía por los pobres). Se siente solo incluso entre su familia. Aunque eligió la carrera de medicina, no acaba satisfaciéndolo debido a su contacto con las personas. Sus ansias de aprender lo llevan a pensar mucho en cuestiones filosóficas que discutía siempre con su tío Iturrioz. Estas preguntas lo perturbaban interiormente y finalmente acaban con su vida. La muerte de su mujer, Lulú, después de tener un niño muerto, lo hunden en una depresión que no soporta y opta por suicidarse.
- Lulú es uno de esos espléndidos tipos de mujer que son frecuentes en Baroja, quien la presenta como “un producto marchito por el trabajo, por la miseria y por la inteligencia”; es graciosa y amarga, lúcida y mordaz. Tiene un fondo muy humano y muy noble, y muestra una singular ternura por los seres desvalidos. Por encima de todo, valora la sinceridad y la lealtad.
- Otros personajes son: el padre de Andrés, despótico y arbitrario; Alejandro, el hermano al que Andrés no soporta; Aracil, cínico y vividor sin escrúpulos; el hermano Luisito, que fallece tras una dura enfermedad; Iturrioz, el filósofo; Montaner, el amigo con aires de aristócrata que acaba pobre y humillado; Fermín Ibarra, el chico enfermo de artritis…
La galería de personajes es amplísima:
profesores, estudiantes, enfermos, personal sanitario, amigos y vecinos de las
Minglanillas, gentes del pueblo, etc. Podría hablarse de personajes colectivos,
en tanto que su papel esencial es la constitución de una atmósfera
insustituible. Los personajes principales son redondos, puesto que evolucionan
a lo largo de la obra; en cambio, en los personajes secundarios normalmente la
figura se nos da hecha de una vez por todas.
- LA REALIDAD ESPAÑOLA QUE PROYECTA LA NOVELA
Los personajes y
ambientes de la novela constituyen un mosaico de la vida española de la época.
Son los años en torno al desastre del 98. Así, a propósito de los estudios de
Andrés, se traza un cuadro sombrío de la pobreza cultural del país (se insiste
en la ineptitud de los profesores y en el desprecio por la ciencia y la
investigación). En relación a los aspectos sociales, se muestran las más
diversas miserias y lacras sociales.
Por otro lado, la
novela proyecta la oposición campo/ciudad: el mundo rural (Alcolea del Campo) se
muestra inmóvil y presidido por la insolidaridad y la pasividad ante las
injusticias; también se denuncia el caciquismo, que conlleva la ineptitud o
rapacidad de los políticos. La ciudad (Madrid) también se caracteriza por la
miseria, con la que se codea la despreocupación de los pudientes y de los “señoritos
juerguistas”. Ante esta injusticia social, Andrés siente una cólera impotente.
- EL ESTILO
El estilo es
coherente con el ideal barojiano de espontaneidad narrativa. El autor lleva al
extremo la tendencia antirretórica de los noventayochistas. El autor siente
preferencia por la frase corta y el párrafo breve; se caracteriza por la prosa
rápida, nerviosa, vivísima, con un tono agrio, en correspondencia con el
temperamento amargado de su autor. Como contrapunto, con frecuencia aparecen
inesperadas páginas de inmensa ternura. Destaca la viveza y amenidad del relato,
así como el especial relieve de sus descripciones: en general, son pinturas
rápidas, hechas de pinceladas escuetas que, con unos detalles significativos,
producen en el lector una intensa impresión de realidad (técnica
impresionista). Por último, la naturalidad barojiana alcanza manifestaciones
eminentes en la autenticidad conversacional de los diálogos (con frecuencia
aparecen términos coloquiales y vulgarismos), en que el autor se muestra como
maestro insuperable.
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