1) NARRATIVA DE LOS AÑOS 40
En los años 40 la novela española tuvo que cargar con las consecuencias de la Guerra Civil (1936-1939), que alteró la vida cultural española. Se produjo el exilio de muchos novelistas, como Ramón J. Sender, Pérez de Ayala o Rosa Chacel. Además del exilio físico, se produjo un exilio interior, porque España permaneció aislada de la cultura occidental. Este exilio interior se produjo por varias causas: rigor y arbitrariedad de la censura (fueron prohibidas novelas como La familia de Pascual Duarte, de Cela, o Javier Mariño, de Torrente Ballester); la prohibición de las novelas de los grandes renovadores de la novela contemporánea (Proust, Joyce, Kafka y Faulker); proliferación de una literatura nacionalista, glorificadora del régimen y favorecida desde el poder; la crítica parcial y mediatizada por quienes carecían de preparación para ello; y la manipulación durante estos años de la concesión de premios literarios (aunque también se entregaron premios importantes que descubrieron a espléndidos novelistas, como el premio Nadal que se concedió a la novela Nada de Carmen Laforet).
En estos años existe la necesidad de encontrar una nueva estética, diferente a la de la novelística anterior a la Guerra Civil. En la novela de los años 40 podemos distinguir tres vertientes: la novela de los vencedores (con obras como La fiel infantería, de Rafael García Serrano, y Javier Mariño, de Torrente Ballester), el neorrealismo y la novela existencial. Nos centraremos en esta última.
En la novela existencial se describe la realidad destacando el malestar y la angustia vital de la sociedad, la soledad, el desarraigo y el desconcierto ocasionados por la Guerra Civil. Entre las novelas destacan Nada (1945), de Carmen Laforet, considerada un claro precedente del neorrealismo de los años 50, y La sombra del ciprés es alargada (1948), de Miguel Delibes. En ocasiones, esta novela muestra la violencia a la que se puede llegar como consecuencia de la opresión del medio social: es el caso del desgraciado protagonista de La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, denominada novela tremendista, por la sucesión de hechos brutales y truculentos que aparecen en ella. Otras obras destacadas son: La sombra del ciprés es alargada (1948), de Miguel Delibes; Javier Mariño (1943), de Gonzalo Torrente Ballester; El bosque animado (1943), de Wenceslao Fenández Flórez; etc.
2) LA NOVELA DE LOS AÑOS CINCUENTA
Siguiendo el modelo del realismo de Cela, Delibes o Laforet, durante los años cincuenta surgen bastantes autores que comienzan a publicar novelas con una clara finalidad crítica y con voluntad social. Utilizan la técnica objetivista, es decir, se limitan a contar lo que ven sin intervenir en la narración. Esta tendencia, de todos modos, no será general, y por ello se distinguen dos grupos: realismo objetivista y realismo social.
Realismo objetivista:
Los autores pertenecientes a esta tendencia reflejan la realidad cotidiana tal y como la perciben. Escriben sobre la pobreza, la miseria, la injusticia social o la soledad, llevados por una solidaridad humanitaria exenta de partidismos políticos. En estas novelas hay poca acción y mucho diálogo, condensación espacial y temporal, personajes colectivos (clase social) y linealidad narrativa (sin saltos) con pequeñas anécdotas. La novela que inaugura esta tendencia es La colmena, de Camilo José Cela (publicada en 1951 en Buenos Aires a causa de su prohibición en España), ambiciosa novela, con más de 300 personajes que, en forma de protagonista colectivo, representa la amarga existencia de la ciudad de Madrid en la inmediata posguerra a lo largo de tres días escasos del año 42. A diferencia de la novela tradicional no tiene un asunto compacto y su autor ha prescindido del desarrollo de un hilo argumental; se trata de una novela abierta, sin desenlace, que presenta una imagen panorámica de la vida diaria madrileña. El autor se mantiene al margen y cuenta todo lo que hacen y dicen sus personajes, sin intervenir: es la denominada técnica objetivista. A pesar de todo, se considera que esta novela abre el camino a la novela social que se desarrolla durante los años cincuenta.
Entre los máximos representantes de esta tendencia (además de Cela) destacan: Ignacio Aldecoa, con El fulgor y la sangre (1954); Carmen Martín Gaite, que gana el premio Nadal con Entre visillos (1956); Miguel Delibes con El camino (1950), Diario de un cazador (1955) y Las ratas (1962); Ana María Matute, con Pequeño teatro (1954); Rafael Sánchez Ferlosio, con El Jarama (1956); Jesús Fernández Santos realiza una crítica del caciquismo en Los bravos (1954); etc.
Realismo social:
El compromiso social de los autores que forman este grupo es bastante más profundo que los anteriores, ya que conciben la literatura como un instrumento de denuncia. Continuamente se ven limitados por la censura y por la falta de libertad de expresión. Escriben del lado de los obreros y de los habitantes de los suburbios y critican a la clase burguesa, acomodada e ineficaz. Estos autores, surgidos a finales de los cincuenta o principios de los sesenta, están comprometidos políticamente y dejan a un lado la imaginación para centrarse en el objetivismo. Destacan: Juan García Hortelano, Juan Marsé, Juan Goytisolo (con Juegos de manos, de 1954), Luis Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, etc.
3) LA NOVELA DE LOS AÑOS SESENTA
Durante la década de los sesenta no se pierde la novela comprometida socialmente, aunque ya desde los últimos años de la década de los cincuenta se detecta un cierto agotamiento de esta tendencia y una clara evolución hacia la experimentación y la renovación. Con el descubrimiento de la novela hispanoamericana (La ciudad y los perros, Rayuela, Cien años de soledad) y la influencia de los grandes renovadores de la novela universal (Proust, Joyce, Kafka, Faulkner), y a partir de la publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de Martín Santos, se generaliza la novela experimental, que se caracteriza por: la novela abierta; ruptura de la linealidad temporal en el relato (técnicas como el flash-back, analepsis, prolepsis), supresión de los signos de puntuación, mezcla de géneros, perspectiva múltiple (monólogos, estilo indirecto libre, se alterna el punto de vista objetivo con la primera y segunda persona), desaparición casi total del argumento, utilización del contrapunto (se suceden fragmentos de acciones distintas ocurridas en diversos tiempos o espacios), presencia de personajes con problemas de identidad, renovación del lenguaje literario, etc.
Dos novelas son consideradas los modelos de las nuevas tendencias: Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos y Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo. La primera supone el inicio de la renovación intelectual de esta década, puesto que introduce en España las innovaciones técnicas de la novela experimental moderna. Otros títulos son: Volverás a Región (1967), de Juan Benet; Cinco horas con Mario (1966) y Los santos inocentes (1971), ambas de Miguel Delibes; San Camilo 1936 (1969), de Cela; Últimas tardes con Teresa (1967), de Juan Marsé; etc.
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