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EL TEATRO DE POSGUERRA HASTA EL COMIENZO DE LA DEMOCRACIA



EL TEATRO DE POSGUERRA HASTA EL COMIENZO DE LA DEMOCRACIA

El teatro continuista y tradicional de posguerra

Al igual que ocurrió con la poesía y la novela, el teatro también se vio muy afectado por las consecuencias de la Guerra Civil (1936-1939), así como por la censura impuesta por la dictadura franquista. Acabada la contienda, las autoridades pensaron que el teatro podría ser un buen bálsamo para intentar superar las heridas morales y psicológicas que la guerra había producido. Es por ello por lo que comienzan a representarse obras de exaltación ideológica del régimen, en su mayoría de muy baja calidad, así como obras clásicas del teatro del Siglo de Oro, además de adaptaciones de obras extranjeras.  Autores como Rafael Alberti, Alejandro Casona o Max Aub se encontraban en el exilio, y el teatro que tendrá más éxito será el continuador de la línea benaventina de la alta comedia, en la que se realiza una crítica medida de las costumbres sociales desde la perspectiva de la conservación de los valores tradicionales; en esta línea encontramos autores como José María Pemán, con obras como Yo no he venido a traer la paz (1943) o Callados como muertos (1952), y Juan Ignacio Luca de Tena, con obras como ¿Dónde vas, Alfonso XII? o ¿Dónde vas, triste de ti; ambos autores siguen una misma ideología: la restauración monárquica. Otros autores son Joaquín Calvo Sotelo o Víctor Ruiz Iriarte.



Por otro lado, encontramos un teatro cómico, comercial, con importantes autores que cosecharon grandes éxitos. Es el caso de Enrique Jardiel Poncela, que continúa su triunfo anterior a la guerra. Entre sus obras, caracterizadas por la agudeza de los diálogos y las situaciones disparatadas, destacan Eloísa está debajo de un almendro (1940), Los ladrones somos gente honrada (1941) y Los habitantes de la casa deshabitada (1942). En la misma línea se encuentra el dramaturgo Miguel Mihura (1905-1977), quien desarrolló en sus inicios un humor disparatado cercano al teatro del absurdo, para ir adaptándolo poco a poco; su obra más importante es Tres sombreros de copa, escrita en 1932, pero estrenada en 1952 debido a que ningún empresario teatral se atrevió a llevarla a escena durante veinte años; otras comedias de este autor son Ni pobre ni rico sino todo lo contrario (1943), Maribel y la extraña familia (1959) y Ninette y un señor de Murcia (1964).

El teatro realista de denuncia social

Durante los años cincuenta y sesenta se desarrolló en nuestro país un teatro comprometido, que trataba de reflejar la realidad social tal y como era, con una clara finalidad de denunciar aspectos como: las duras condiciones de trabajo, la deshumanización de la burocracia, la situación de los obreros, las injusticias sociales, etc., convirtiéndose en el portavoz de las clases humildes y en el defensor de la dignidad vital. Evidentemente, este tipo de teatro tuvo problemas con la censura, y muchas de las obras no llegaron a representarse hasta el advenimiento de la democracia.
Antonio Buero Vallejo (1916-2000) y Alfonso Sastre (1926) son los dos autores más importantes del teatro de posguerra y, por supuesto, del realismo social. Buero Vallejo es probablemente el autor cumbre del teatro español del siglo XX; fue condenado a muerte por el régimen franquista, siendo indultado en 1949, fecha en la que estrenó una de las obras de teatro más importantes de nuestra literatura: Historia de una escalera, obra de clara denuncia social, en la que se narra la vida de tres generaciones de vecinos, sus ilusiones y fracasos, como símbolo de la vida de todo el país. El teatro de Buero se caracteriza por sus largas y cuidadas acotaciones que aportan gran valor literario a la lectura de cualquiera de sus obras. Otra de sus grandes obras es El tragaluz (1967) donde se propone un experimento de ciencia ficción: unos investigadores del futuro deciden regresar al siglo XX para estudiar a una familia y su evolución en la historia a partir de que sus miembros optaran por distintos bandos en la Guerra Civil. Otras obras son: En la ardiente oscuridad (1950), que pone en escena las limitaciones de un grupo de personas invidentes y la rebelión de algunos de ellos ante esa situación;  El concierto de San Ovidio (1962), también sobre la ceguera; Un soñador para un pueblo (1958), sobre el motín de Esquilache; Las Meninas (1962), sobre Velázquez; El sueño de la razón (1970), sobre Francisco de Goya; La doble historia del doctor Valmy, que fue prohibida por la censura (y estrenada ya en democracia); etc.

Alfonso Sastre estuvo enfrentado con Buero por su distinta concepción del teatro. Para Sastre, el teatro debe servir para mover las conciencias y debe denunciar  las injusticias y el poder tiránico. A partir de su obra Escuadra hacia la muerte (1953), crítica feroz al militarismo y la guerra, sistemáticamente todas sus obras tuvieron problemas con la censura; la obra, que tuvo gran éxito de estreno, fue prohibida tras la tercera representación. Otras obras de este autor son: La mordaza (1954), Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955), La taberna fantástica (1966), Crónicas romanas (1968), Los últimos días de Emmanuel Kant (1990), etc.

Además de estos dos autores, otros también dedicaron gran parte de su obra a denunciar la opresiva situación que vivía nuestro país durante la dictadura. Destacan Laura Olmo (1922-1994) con La camisa (1961), obra de testimonio y denuncia, que gira sobre la realidad de la emigración; José Martín Recuerda (1922-2007), con obras como Las salvajes en Puente San Gil (1961), sobre el tema de la hipocresía en la España de la posguerra; o José María Rodríguez Méndez (1925-2009), con Los inocentes de la Moncloa (1961), obra en la que denuncia la dura situación que viven los opositores a la función pública.


El teatro comercial

Además de Jardiel Poncela, Mihura, Pemán o Luca de Tena, otros autores más jóvenes comienzan a publicar durante las décadas de los 50 y 60 con la finalidad de llegar al gran público. Alfonso Paso (1926-1978) comienza creando un teatro de clara intención social, con obras como Juicio contra un sinvergüenza (1952), pero pronto adapta sus obra al gusto del público burgués, con temáticas más amables: es el caso de Vamos a contar mentiras (1961), Los derechos de la mujer (1962) o Las que tienen que servir (1962). Antonio Gala (1936) cultiva todos los géneros (poesía, teatro, novela, ensayo, columnas de opinión) con gran éxito; como dramaturgo destaca con obras como  Los verdes campos del Edén (1963) o Anillos para una dama (1973).

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