El término ensayo, para denominar un tipo de escrito o género literario, fue empleado por primera vez por el humanista francés Michel de Montaigne en su obra Essais (1580), constituida por una serie de escritos muy variados que tenían como característica común ser reflexiones personales y originales del autor.
Hoy en día podemos definir el ensayo como un tipo de escrito en el que el autor presenta su visión personal de un tema cualquiera, dirigiéndose a lectores no especializados, con una extensión generalmente abarcable en una sola sesión de lectura (que puede ir, por lo tanto, desde unas pocas líneas hasta un número no determinado de páginas). Este tipo de obras aparece hoy en la prensa y en libros en los que se reúnen normalmente varios de un mismo autor.
Pese a las dificultades para delimitar con precisión los límites de este género, podemos definir el ensayo como un estudio o comentario de extensión variable sobre temas diversos tratados subjetivamente, con rigor argumentativo y expositivo, pero sin necesidad de pruebas ni demostración científica.
El ensayo se desarrolla ampliamente (aunque con la denominación de “discursos”) en España en el siglo XVIII, con autores como Benito Jerónimo Feijoo y Melchor Gaspar de Jovellanos. El término ensayo comienza a emplearse en el siglo XIX, con cultivadores como Juan Valera o Leopoldo Alas “Clarín”; los artículos de Larra también pueden considerarse verdaderos ensayos. En el siglo XX el ensayo gozó de una amplia difusión, siendo cultivado por multitud de escritores: Unamuno y Azorín (Generación del 98); Ortega y Gasset (Generación del 14); Pedro Salinas y Rafael Alberti (Generación del 27); etc. En la actualidad contamos con grandes ensayistas como Sánchez Ferlosio, Fernando Savater o José Antonio Marina.
El ensayo presenta las siguientes características:
a) Desde el punto de vista formal, la extensión de los ensayos es muy variable: si bien en su origen tenía una acusada tendencia a la brevedad, en la actualidad puede oscilar desde las líneas del artículo periodístico hasta el libro de una cierta extensión.
b) Desde el punto de vista del contenido, el tema del ensayo puede ser cualquiera, y, aunque son más abundantes los que tratan de temas sociológicos, políticos, históricos, literarios, etc., los hay incluso centrados sobre materias científicas o filosóficas.
c) Desde el punto de vista de la actitud del autor, el asunto está presentado con una visión personal, con un subjetivismo que es connatural al género desde sus orígenes y que se manifiesta en la ausencia de elementos objetivos y en la mayor libertad en la propia elocución. Así, el ensayo se presenta como un estudio en el que predomina la apreciación subjetiva. Además, el autor debe presentar este tema de forma lo suficientemente sugestiva y amena como para interesar al lector.
d) Desde el punto de vista del receptor, el ensayo va dirigido a un lector medio no especializado, por lo que este tipo de escrito debe estar caracterizado por una sencillez en la exposición y una amenidad que sean capaces de suscitar el interés de este receptor por la obra. A esto debe contribuir, también, el cuidado y la corrección en la expresión, así como el empleo, en determinadas circunstancias, de recursos propios del lenguaje literario.
Estructura y estilo del ensayo
El ensayo no tiene una estructura definida: frente a la rigidez propia de otros tipos de escrito (por ejemplo, el estudio científico), el ensayo está caracterizado por la máxima liberad, está abierto a cualquier organización y no tiene que seguir un canon establecido.
Hay algunos elementos, no obstante, que están presentes casi siempre en los ensayos, y que tienen su origen en la obra del propio Montaigne: la presencia de anécdotas y alguna que otra digresión, el avance de la exposición por medio de asociaciones de ideas, etc.En el ensayo se combinan muy frecuentemente las dos formas del discurso que conocemos como exposición y argumentación.
Hoy en día podemos definir el ensayo como un tipo de escrito en el que el autor presenta su visión personal de un tema cualquiera, dirigiéndose a lectores no especializados, con una extensión generalmente abarcable en una sola sesión de lectura (que puede ir, por lo tanto, desde unas pocas líneas hasta un número no determinado de páginas). Este tipo de obras aparece hoy en la prensa y en libros en los que se reúnen normalmente varios de un mismo autor.
Pese a las dificultades para delimitar con precisión los límites de este género, podemos definir el ensayo como un estudio o comentario de extensión variable sobre temas diversos tratados subjetivamente, con rigor argumentativo y expositivo, pero sin necesidad de pruebas ni demostración científica.
El ensayo se desarrolla ampliamente (aunque con la denominación de “discursos”) en España en el siglo XVIII, con autores como Benito Jerónimo Feijoo y Melchor Gaspar de Jovellanos. El término ensayo comienza a emplearse en el siglo XIX, con cultivadores como Juan Valera o Leopoldo Alas “Clarín”; los artículos de Larra también pueden considerarse verdaderos ensayos. En el siglo XX el ensayo gozó de una amplia difusión, siendo cultivado por multitud de escritores: Unamuno y Azorín (Generación del 98); Ortega y Gasset (Generación del 14); Pedro Salinas y Rafael Alberti (Generación del 27); etc. En la actualidad contamos con grandes ensayistas como Sánchez Ferlosio, Fernando Savater o José Antonio Marina.
El ensayo presenta las siguientes características:
a) Desde el punto de vista formal, la extensión de los ensayos es muy variable: si bien en su origen tenía una acusada tendencia a la brevedad, en la actualidad puede oscilar desde las líneas del artículo periodístico hasta el libro de una cierta extensión.
b) Desde el punto de vista del contenido, el tema del ensayo puede ser cualquiera, y, aunque son más abundantes los que tratan de temas sociológicos, políticos, históricos, literarios, etc., los hay incluso centrados sobre materias científicas o filosóficas.
c) Desde el punto de vista de la actitud del autor, el asunto está presentado con una visión personal, con un subjetivismo que es connatural al género desde sus orígenes y que se manifiesta en la ausencia de elementos objetivos y en la mayor libertad en la propia elocución. Así, el ensayo se presenta como un estudio en el que predomina la apreciación subjetiva. Además, el autor debe presentar este tema de forma lo suficientemente sugestiva y amena como para interesar al lector.
d) Desde el punto de vista del receptor, el ensayo va dirigido a un lector medio no especializado, por lo que este tipo de escrito debe estar caracterizado por una sencillez en la exposición y una amenidad que sean capaces de suscitar el interés de este receptor por la obra. A esto debe contribuir, también, el cuidado y la corrección en la expresión, así como el empleo, en determinadas circunstancias, de recursos propios del lenguaje literario.
Estructura y estilo del ensayo
El ensayo no tiene una estructura definida: frente a la rigidez propia de otros tipos de escrito (por ejemplo, el estudio científico), el ensayo está caracterizado por la máxima liberad, está abierto a cualquier organización y no tiene que seguir un canon establecido.
Hay algunos elementos, no obstante, que están presentes casi siempre en los ensayos, y que tienen su origen en la obra del propio Montaigne: la presencia de anécdotas y alguna que otra digresión, el avance de la exposición por medio de asociaciones de ideas, etc.En el ensayo se combinan muy frecuentemente las dos formas del discurso que conocemos como exposición y argumentación.
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